Amanecí con los puños bien cerrados…
Definitivamente si. Hay días que amanezco y me siento heroína. No puedo creer en lo fuerte que soy para no llorar tanto, ja, es decir, sin llorar como aquellas veces en que uno llora con todo el cuerpo, que se estremece todo, en que parece haber implosiones de dolor. En verdad mi mente ha adquirido una fortaleza muy grande. Y no me engaño. Trato de imaginarme en unos años más adelante y me sigo viendo fuerte, me reconozco ahora después de la tormenta y antes de la que seguro sigue. Siempre un reto más grande cada vez, ya hasta los presiento. Dolores enormes que por una fracción de tiempo nos sobrepasan. Nuestra humanidad se reduce a ruinas y sólo quedamos echados sobre nosotros mismos sin más que sentir ni ver ni nada más que el dolor. Ya he pasado muchas veces por eso, ya he sido muchas veces arrastrada y apuñalada. Ahora es todo tan distinto. El día que supe que sería mamá no me sentí mal, me sentí abrumada, pero supe, ja, que seré buena madre. No conozco a mi hijo pero ya está aquí, cambiándome la vida completamente. Nada me interesa tanto como hacerlo feliz. Quiero que sobre todos los dolores atroces que seguramente vivirá tenga siempre vivo el brillo de una vida feliz, como la que yo he tenido a pesar de los pesares. Sé que quiero más a todos los que ya quería y deseo menos ver a los que no quería ver, que me siento indestructible a pesar de qué soy totalmente vulnerable, quiero comenzar ya a ser más yo para que no se me olvide jamás quien quiero ser para mi hijo.
Hay días tan difíciles, hoy fue uno de ellos. No puedo permitirme llorar a mares por que me rechacen, o por que duden de mi, o por que me juzguen, es tan distinto todo ahora, es decir, la vida que se desarrolla me rebasa y su importancia, su divinidad, no sé como decirlo, su existencia es mucho más relevante y superior a todo lo demás. Por supuesto me siento mal, triste, sola, me siento tan abrumada por lo importante de mi transformación y misión, lo reconozco, pero como mi pensamiento y emoción sólo gira en torno a ese nuevo ser pronto paso de las emociones tristes y dolorosas al gozo, la incertidumbre, la dicha de saber que pronto habrá una persona que me mostrará su mundo y a quien enseñaré otro. Ese intercambio de energía, de conocimiento, de emociones tan profunda sólo existirá entre ese ser y yo, será un lazo indestructible que me aleja de todo y a la vez me sitúa más que nunca sobre mis plantas.
Sé que todo pasa, todo todo todo pasa, pero no un hijo. Un hijo nunca pasa. Es eterno.