Hoy, de nuevo, sentí que hizo todo mal, mis limitaciones me han impedido hacer felices a mis hijos, no felices de que horneé algo, sino de que les permitíser plenamente libres, saltar en los charcos, correr sin parar, gritar y carcajearse sin ser corregidos. Y nada me duele más, claro, que no poder regresar el tiempo.
Es tan duro luchar contra una misma en esto de maternar, de convertirse en la mamá que una desea solo en la imaginación y los tableros de Pinterest. Ahora me pregunto tantas cosas, como porqué no insistí en el ballet, el piano, los viajes, las salidas, el chocolate, bailar bajo la lluvia, aventar nieve a los vecinos, quedarnos afuera en las noches...
Vivir atemorizada es lo peor, tener el cuerpo paralizado por el miedo me ha impedido ser la madre que quiero ser. Y aunque tengo mis debidas justificaciones no deja de dolerme no ser en realidad la mamá que quise para mis hijos. Y aunque siempre pienso, "de que sirve pedir perdón, no hay vuelta atrás", no me queda más que apelar al buen corazón de mis hijos, su compasión y la oportunidad de darles otra vida. De doy en delante.