Una paseo en nubes, un nadar desnuda, un andar de puntillas sobre tus luces. Una ojeada a tus adentros, un anclar de memoria. Así ha sido Zacatecas desde el enero. Un beso. Un solo beso. Un único beso. Tuyo. Un baile en penumbras. Un lecho desconocido donde reposé. Humo elevado, cigarrillo, otro y otro. Una permanencia en el afuera, una reinvención de ternuras e inocencias, si es que puede reinventarse, rehacerse, reformarse o siquiera recrearse la inocencia. Un frío intempestivo, un frío brumoso. Una mañana muerta, estrellada y reseca. Un atardecer único en La Bufa, de cabeza, con el cielo a mis pies, tocando las nubes mis rodillas, y los cerros neofirmamento. Un anochecer solitario, cómo son todos los anocheceres. Hasta que llega el sueño, luminoso, perpetuo, extenso, pleno de ti, de todos los que eres tú, dónde recuerdo a la vida, donde avanzo sin cayado, donde no abro puertas, donde no hay puertas, donde vuelo y caigo. Un sueño, único, Tú, sueño. |