Fue la afirmacion. Fue la luz, fue el querer hacer algo. Conmigo, a mi lado. Por mi. Y por mis hijos que también soy yo. Y no solo fue otra página. Fue un libro nuevo. Una historia nueva.
Hay historias que jamás dejan de escribirse. La nuestra empezó hace tantos años. Y tuvo buenos y desafortunados capítulos. Pero en ninguno estábamos de frente. Hasta ese día.
Les contaré: un veintiséis de septiembre contacté a un hombre par que me comprara pastelillos. Necesitaba el dinero. Pero ese hombre hablaba más que todas las personas que había conocido en ese año, y me gustó como escribía. Y me capturó los siguientes siete días. Me acompañó, textualmente, por oscuros túneles. Y el tres de octubre- no se olvida- nos reunimos frente a frente. O sería lado a lado. Por que después del primer vistazo no podía encararlo.
Tú me conoces, Ningún Lector. No soy una mujer tímida. No soy una mujer pretenciosa. Es sólo que me daba temor mirarle. Fue una gran cita. Hablé demasiado. Más que lo suficiente para echarla a perder. Pero no pasó. Llamó al siguiente día. Y al siguiente. Y al siguiente nos llevó por el pan. Nos llevó. A mi y a mis dos hijos. No saldré con ninguna charla feminista. No diré nada, no es una galantería interesarse por una madre soltera y voltear a ver a sus dos hijos. Es un acto lleno de valentía. Y no es un caballero. Lo dejó claro. Y las siguientes tardes lluviosas de octubre estuvo ahí, recuperandome de algun paraje donde me extravié. Y después de las muchas tormentas, dificultades y pruebas, esa noche, del veinticinco de octubre, algo dijo, no recuerdo las palabras, pero fue algo como un Sí. Fue como un toma mi mano y vivamos la vida. O caminemos juntos, o caigamos juntos o volemos juntos. No sé exactamente que fue lo que dijo. Pero supe que él era. Y yo era. Y que si, juntos, con Elisa y Oliver, mis dos pequeños acompañantes, podíamos ser. Ser una familia. Ser unos habitantes. Ser unos compañeros. Ser unos exploradores. O quizá no lo entendí con esta claridad, pero algo me vibró, y en medio de la noche más oscura (y no es cliché en absoluto), fui feliz. Y no he dejado de serlo desde entonces. Y sorprendentemente pude ser aun mas feliz. Sixto llegó a nuestras vidas hace hoy, tres meses. Los hijos son otro mundo, otra dimensión, mas bien. Y somos ya cinco en la banda. Y hoy, sé, comprendo con todo mi ser que soy feliz.
Es todo. Seguiré por aquí. En algún otro momento de lucidez.
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