Entonces pensé que para no sufrir bastaba con ser un muchacho. Que el sufrimiento sólo era cosa de chicas. A veces mucho tiempo despuéshe tenido la misma impresión. Creía que el hombre había encontrado el modo de no sufrir mediante la objetividad . Siendo razonable, según dicen ellos.[...]Y aún hay algo más. Me he dado cuenta que por asfixiante que sea su angustia, siempre tienen el remedio a mano: la actividad. Yo siempre me sentí como aquellas mujeres que tenían que quedarse sentadas en casa en plena guerra. Estaba convencida de que, si hubiera podido tomar parte en ella, el miedo y la angustia me habrían abandonado.[...] tenía a menudo este pensamiento: "si al menos me dejaran ser una Juana de Arco"...
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