5.2.09

De José Carlos Becerra.

 

EL TEMA DE LA ZORRA

    

Saliste tarareando del bar y el abrigo resbaló de tus hombros,

anteriormente yo lo había dicho, escribir sobre ti

es una mala tarea,

y así cuando intento el acuerdo de dos o tres datos sensibles, hablo del abrigo que resbaló de tus

[hombros

y del brusco movimiento con que nos inclinamos ambos para recogerlo.

Convicción de una contrafatalidad a propósito de tu tema, querida mía a propósito

de la corrupción ideal de esta mañana donde la luz y la niebla se afianzan mutuamente

[despidiendo las nuevas imágenes de tu ocultamiento.

 

A la salida de entonces, sed gruesa y clara o polvo muy fino y casi impalpable,

estábamos un poco borrachos, viviendo en los límites de la canción que acabábamos de escuchar,

recuerdo el reflector sobre la cantante y el pianista,

comenzamos por una asociación, por la tendencia de todo recuerdo a volverse hacia no sé qué sospechosa unidad,

hablando de ti, hablando

de tu abrigo cayéndose para que en tus brazos desnudos yo viese algo y luego hablara de esa piel

[donde destierro y blancura parecen atraerse misteriosamente.

 

Escribir sobre ti es una mala tarea,

saliste canturreando,

así cuando una imagen tuya ha logrado su intensidad extraordinaria,

anulas la sensación de límites que me persigue a pesar de que el orden de os viejos recuerdos no subsista,

hablaba de los límites de aquella canción a propósito de tu tema,

aun cuando un sentimiento de dolor o de sobresalto amoroso repita velozmente sus operaciones

en la trama carnal donde se desenvuelven maniobras, querida, las maniobras

precipitándose oblicuamente y desde gran altura como hace el ave de rapiña al divisar la presa.

 

Así eras suave y resistente al polvo algunas veces,

o bien, en forma aislada en tu rostro

se constituyen los dos mundos de siempre, por una parte las cuestiones pendientes de los

[fantasmas, por otras las escaleras de los sucesos considerados con respecto al amor,

o sea tu sabor a cigarro y martinis o sea tus muslos restallantes entre las ligas de las medias,

pero también tu intercambio de sonrisitas con tus amigos que estaban en la mesa,

tu rostro donde lo oscuro se colmaba de matorrales y cuevas en la espesura,

lo que no es compatible, el desacuerdo con el dato denominado amoroso al sostener juicios de compensación,

[comparaciones y pertenencias que la imaginación rastrea soñando ordenar.

 

Y esa noche mientras hablábamos

tus ojillos me miraron en la espesura de la penumbra,

detrás del matorral de la música, desde el interior de tu cueva me veías,

yo me puse a avanzar, algo dije y no me detuve, tú me observabas curiosamente,

cómo olvidar tus ojillos brillando dentro de la cueva…

 

La canción, la canción que no volverá a nosotros,

quiero decir aquello que nos persigue mordiéndole los talones no a nosotros sino a la canción que

[va perdiendo peso como tú la tarareabas,

terrenos geológicos constituidos por aluviones de no sé cuando, materiales salinos y yesosos,

es tu tema, querida, mientras unas cuantas caricias ejercen el dominio sobre una buena parte del área

[cubierta por una canción y algunos martinis.

Me hablabas de tus cosas, tarareas,

hablabas de lo inútil como si tú, querida, supieras algo de lo inútil de todo,

o te refirieras a tu boca cuando súbitamente la pusiste en la mía,

bajo la influencia de esta imagen descargando sucesos, palabras o instrumentos que puedan

[reproducir con exactitud; ya basta, los tiempos acumulados en aquel movimiento producido por

[una presión en la base de lo que reflejábamos,

y ya dentro del coche lo de siempre, apretarte los senos, morderme tú la mejilla, gemir, meterte

[yo la mano entre los muslos que poco a poco abres diciéndome no por favor, diciéndome por

[favor es que no puedo volver tan tarde.

 

Ah, dominado por una imaginación que no cesa de emitir movimientos de anotación corporal no

[revelada sino en un sistema de chispas que utilizan un número de distancias explosivas que

[oscilan en el sabor de unos labios y en la pesadez y gravitación de unos muslos furiosamente

[acariciados;

tiempo menesteroso y precario del lenguaje,

la compasión ovillada en lo destruido, querida,

querida mía,

te hablaré por teléfono, decías, pero no lo hiciste,

nos vimos de nuevo por que continuamente te buscaba, tú pasabas flotando en tus derivaciones,

[inventabas historias, una vez después de esperarte inútilmente volví a mi casa y me encontré un

[recado tuyo debajo de la puerta, después nos reímos tanto.

 

El tiempo de pensar en ti es esta mañana donde la luz y la niebla me ofrecen como en ráfagas tu

[ocultamiento, tu legible ocultamiento,

absolutamente seguro de que tampoco ahora me llamarás por teléfono,

pequeña y razonable imbécil cantando la canción con la cual intentabas burlarte de ti misma, con

[la cual yo no cesaba de soñar en ti,

pequeña zorra que no has superado siquiera la autocompasión, encubriendo con tus muslos

[separados el tiempo separado que vendría después,

imágenes, ah, escribir sobre ti

es una mala tarea, aparición de tus muslos entre las ligas de las medias, tu boca con sabor a

[cigarros y martinis,

tu tema empleando la espontaneidad de estas imágenes como síntesis pasiva, como partes de un teléfono que no suena.

 

Sin embargo, lo reconozco, todo ser viviente avanzado se vale de otros seres para desarrollar sus

[propios reflejos,

pero hay algo, querida, que infortunadamente echaste en saco roto;

que no se deben sacrificar más partes de un ser que aquellas que necesitamos, para dar tiempo

[así a que las partes sobrevivientes las repongan.

 

Toda canción tarareada por ti en la puerta de un bar, es una síntesis involuntaria

de lo que ya no repetiremos nunca, de lo que va a alimentar tu tema mientras esta mañana la luz

[y la niebla se afianzan mutuamente como dos enemigos como dos simulacros como los

[perfeccionamientos de tu tema situado el uno en la ausencia del otro diciéndome no por favor,

[mientras la irónica cortesía vigilante de lo real

nos sostiene en un punto del tiempo donde tu y yo simularemos este encuentro mientras tu abrigo tenga que

[resbalar de tus hombros y mientras yo tenga que decirlo.

 

 

 

 

 

No hay comentarios.: