23.12.05

De perfil estabas, incendiando un horizonte con tu mirada
El que no sabe de amores, Llorona, no sabe lo que es martirio. La Llorona.
Te soñaba, por aquélla esquina, tu camisa inmaculada, tus brazos sueltos, cada uno en su costado tus manos relajadas, sin dejar ver tu vida en sus palmas, podía distinguir tu fuerza, la vida corriendo por esas venas, tu pantalón guardando tus piernas de un viento que bien podría enamorarse de ellas; tu cabello oscuro, que no caía, resbalaba por tus sienes, cubría tus orejas, tus cabellos que danzaban al ritmo de una guitarra tal vez; ¡y tu rostro!, Dios mío, creí en él al verlo, ay, tus pestañas dirigiendo tu mirada, tu nariz galana, las mejillas morenas,¡ que ganas de morderlas! De besarlas, tus labios, dejé de tener conciencia en mi, es que sólo de admirar tu boca, no roja, pero si viva, sin mancha de sonrisa ni amargura, tus labios, tus labios, que dulce el recuerdo… ¡Qué viva la imagen! Tú tan tú, ahí en la esquina, esperando nada, viviendo, nada más, y yo acá abismada en la imagen sin pensar en moverme; De perfil estabas, incendiando un horizonte con tu mirada Hoy, mientras me bebía la mañana, evoqué aquella imagen, la del sueño, y un calor desde el vientre estalló, unas ganas de ti me llevaron a acercarme, y me acercaba, con toda la intención de abrazarte, de echarme encima de ti y besarte, aunque era tan fina, tan dulce, tan vasta la estampa, que un tanto dudé en avanzar; Sabía que por la otra habitación venía mi padre, pero, ¡¿qué me importaba eso si ya estaba a un solo paso de ti?! Mas de pronto se me cerraron las esquinas de la cocina y te perdí de vista, se esfumó todo, y me quedé plantada en medio del cuarto, con las manos lanzadas a un cuerpo que ya no era… Así será siempre el amor, un sueño, que a uno cada vez más y más aprisiona, más enloquece, más endulza; una imagen pura, casi sonora, un viento que sube y baja en el cuerpo, brumando el pensamiento, hirviendo la sangre tocándolo todo, ideas, poros, suspiros y deseos, sintiendo uno que algo lo va llenando, cuando, realmente es un presagio de muerte, cuando ese viento va devastando cada fibra, cada pequeña parte de uno, revolviendo todo, dejándolo a uno no muerto, sino casi muerto, frío, caminando hacia ninguna parte, cargando ya por siempre una añoranza, una nostalgia pesada, arrastrando las ruinas del alma… Eso siento, pero, para mi mayor condena, aún tengo una esperanza, de que no sea eso, que no sea eso, por Dios, que no sea eso el Amor.