Qué más podría ser la vida que una resignación ante la muerte. Aceptamos que nuestro único bien es la muerte. Oscuras sendas se tienden ante nosotros constantemente y tomamos siempre la correcta que nos conduce a la infelicidad. Aparentemente joven no tendría necesidad alguna para divagar sobre el fin de la existencia, de mi existencia, sin embargo acosa mi ser este pensamiento y no puedo desembarazarme de él. El fin de mi vida puede ser naufragar eternamente como un Robinson, e igual que él fui advertida de lo innecesario que era partir para encontrar, finalmente, en otros mares lo que existe de sobra en todos: dolor.
Y es sólo ese sentir, el dolor, lo que rige la vida, sentir menos o más dolor.
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