24.9.05

Evolución.

Sin una página blanca, ¿qué harían mis laberínticos sueños para explicarse a sí? Hace ya varios infiernos que en mi Yo se entona un réquiem. Y ciertos mares se desbordan diariamente mientras expulso el humo de un cigarro. O de algunos. Cómo sea, toda la sal va escarchando mis tiempos y estoy a punto de llorar. Recapitulemos, ¿qué sucede? El devaneo de tantos seres a mí alrededor me produce vértigo. No sé que hacer con tantas almas acudidas a mi templo, que no es mi cuerpo sino mi ser en el ahora. Y, ¿cuántos no se sumergen en este templo aguado y salado sin preverse siquiera una tabla a la que asirse cuando yo desate la tempestad? ¿Cuántos se aventuran por las olas sin conocerme, sin adorarme, sin aborrecerme? ¿Cuántos movidos sólo por la paz que siempre hay en mi regazo se dejan hundir en el fango de sus deseos? ¿cuántos no se apoyan en mis palabras para luego extraviarse en ellas y convertidas en oraciones o maldiciones, conjuran mi lenguaje a la pobreza de sus pensamientos estúpidos? ¿Cuántos, cúantos, cuántos hombres no habrán en esta desdichada realidad que se sueñan en mi, que se viven en mi y no encuentran más que su nauseabundo vacío, su alma petrificada, y se revela su muerte, presente desde que nacieron? ¿O tal será su fin? Envilecerme hasta las entrañas, infectar mis naves, cielos, soles, y vidas de su sangre marchita, vacilante, embriagada… Tantos nombres, tantos rostros, tantas palabras. Ya no quiero recordar. _ He de suponer entonces que soy yo la única desconocida, extraviada, exiliada de mí misma y ya tantos son los dueños que no hay lugar a mi ley, o siquiera a revolución. Amados míos, todos aquellos a quienes sólo mis aguas han de proveer la vida, o el sueño o ilusión-que es lo mismo- que se han de sentir rescatados de la pobre realidad que se construyen , a todos ustedes, maravíllense de ser expulsados de mi universo, a ser relegados a una suave arena-el olvido- desde donde habrán sólo de observar el sutil vuelo de mis cabellos y desde donde acusarán la tibieza de mi piel, el fulgor de mis ojos, la bondad de mis labios; antes de sumergirme de nuevo. Siéntanse vivos por ser fruto de mi olvido. Ni mi centro, ni mis mareas, ni mis ritmos, ni mis contoneos, elevaciones, pulsaciones, ni mi memoria, ni la más informe mirada que por algún motivo recayese sobre sus manos, nada, ni pensamientos ni siquiera mis más débiles amores han de ser suyos. Nunca más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

... y eso ?

Isela Alejandra dijo...

Decía la profecía "deshauciados los que se queden exentos de su mirada"....

Anónimo dijo...

bien¡¡¡