27.6.05

Im In

Bajé una cuadra de las estándar infonavit y llegué a la parada del autobús. A las doce menos cuarenta minutos lo abordé. Pagué diez pesos para viajar hasta la ciudad. Me acomodé en el primer asiento en el extremo de la ventana. Una chica con su hija estaba a mi izquierda. La niña se entretuvo jalando mi pulsera mientras yo releía Pedro Páramo. La niña era blanca, y parecía un angelito (aunque suene inverosímil, era hermosa), Me sonrió con su inocencia. Me cautivó la lectura y dejé de prestar mi atención a mi entorno. Juan Preciado estaba muerto de miedo. Literalmente. Llegué a la ciudad.
- ¡Sabe dónde se para la ruta tres?- pregunté a un viejito que vendía algo... –Pasa las dos callecitas, Sí esas, y dónde está aquel señor de azul, ahí la espera- Gracias. Reencaminé lo del otro lado del boulevard. Cinco segundos, llegó la ruta tres. Pasaba frente a la Facultad de Derecho cuando mi celular vibró: "¿Cómo estás? ¿Cómo te fue?; Muy bien, espero tu mensaje". Apenas iba para allá. Finalmente llegué y encendí un benson, sí, mentolado, pero apenas subí la primera rampa tuve que apagarlo, se me fue el aliento, tardé para recuperarlo, vi las interminables escaleras y maldije, pero me arrepentí, me dijeron que si maldecía se me regresaba, además debía ser buena gente, si no, se me cebaba la entrada a la universidad. Llegué a la Unidad Académica y la miss estaba ocupada. Esperé. Pedí agua. Me senté. Esperé. –Pásele. –Gracias, vengo por mi carta de aceptación.
En fin. No me la dieron. Parece que ya no dan carta. Estoy en la lista de aceptados en la Unidad Académica de Letras. Sí, yo también me pregunto cómo suceden estas cosas...

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